Sobre el perdón

Es prácticamente imposible convivir con otra persona y no tropezar con alguna torpeza, ofensa, error u omisión. Por eso el perdón es una herramienta imprescindible para restablecer el buen clima en la convivencia.

Entre adultos el perdón no tendría que ser como el de los niños pequeños que lo dicen para agradar a sus padres, o para recuperar el buen ambiente, o como remedio para todo. Muchas veces los niños no son conscientes del motivo por el que piden perdón, aunque esos primeros pasos tienen también su mérito. Habrá que ayudarles a madurar.

El caso es que, a los adultos, especialmente en la vida de pareja, les puede suceder, de alguna manera, lo mismo: pedir perdón o perdonar de forma genérica. Unas veces el perdón surge espontáneo después de algún fallo y su motivo es evidente. Pero otras veces lo sucedido es complejo, puede haber habido una secuencia de malentendidos o torpezas de uno y de otro, o pueden existir unas circunstancias que hagan más pesadas o ligeras la ofensa, etc.

Otro aspecto a tener en cuenta es que los tiempos del que pide perdón y del que ha de perdonar son diferentes. Habitualmente los del primero son más rápidos: una vez se ha decidido a pedir perdón, espera ser perdonado de forma inmediata. En cambio, el ofendido/a se ha sentido herido y aunque comprenda la necesidad de perdonar e incluso desee hacerlo, puede ser que se encuentre atrapado en sus emociones negativas y necesite más tiempo.

¿Cómo tendría que funcionar un buen perdón en el contexto de una pareja? He aquí algunas ideas aplicadas al caso de una infidelidad.

  • Reconocer los hechos con un cierto detalle y admitir que su pareja le haga preguntas, a veces repetidamente. Obviamente la respuesta tiene que ser siempre la misma sin caer en contradicciones (no siempre mal intencionadas sino a veces por olvido o por vergüenza).
  • Darse cuenta del mal causado al otro/a, es decir: pararse a sentir lo que puede estar sintiendo el ofendido o imaginar cómo se sentiría si la ofensa la hubiera recibido él/ella.
  • Valorar los matices de la ofensa: a veces puede haber habido premeditación, uso de mentiras, o unas conversaciones quizás remotas, pero demasiado íntimas, o deslealtad al compartir con un tercero/a aspectos privados de la vida de pareja o de familia, o puede haber ocasionado un gasto excesivo, o pueden derivarse consecuencias más serias, como un embarazo o una enfermedad. Podríamos decir que se trata de constatar la complejidad en lugar de sacarle importancia.
  • El ofensor debe comprometerse a que no vuelva a suceder pero para ello, no basta con el deseo, es necesario afronta aspectos concretos que contribuyeron a la infidelidad; por ejemplo: haber empezado por una amistad especial, haberse dejado llevar por la presión de amigos/as, haber bebido más de la cuenta, haber buscado consuelo con otra persona ajena a la pareja, haber empezado bromeando con la otra persona hasta subir el tono de las conversaciones, tener habitualmente una actitud frívola en temas sexuales, etc. Lamentablemente si no se concreta lo que se va a hacer con cada uno de estos aspectos, difícilmente resultará creíble el perdón.
  • Finalmente, el ofensor debe asumir las consecuencias de la infidelidad: distanciamiento provisional de la pareja, ser juzgado/a por los hijos, admitir que los allegados habrán tomado, sin querer, una postura, etc.
  • Algo que puede ser muy oportuno es saber pedir ayuda a amistades o profesionales cuando uno/a desea restablecer las paces, pero se siente incapaz por sí mismo/a. A su pareja le transmitirá confianza si le concreta los medios que está poniendo para evitar que vuelva a suceder.

Todo esto puede resultar doloroso. Es como un segundo dolor después de la pena por la primera ofensa, pero es inevitable. Hay que pasar por ello si se está trabajando para conseguir un perdón sincero y definitivo.

La persona que ha de perdonar tiene derecho a conocer lo que está perdonando. No sirve un perdón genérico y es mejor hacerlo desde el principio en lugar de un perdón superficial que es el sustrato de la sospecha, la desconfianza, la amargura y la desesperanza.

Ha de saber que el perdón es un proceso que comienza con el duelo por lo sucedido, por los pactos quebrantados, por la vulneración de la intimidad. Sí, ha sucedido y duele un montón, no disimulemos.

Conceder el perdón no es cosa de sentimientos que posiblemente estén en las antípodas (soledad, tristeza, decepción, rabia, etc.). Se empieza a conceder el perdón cuando se entiende lo que ha sucedido y cuando se quiere perdonar. No sale solo, hay que quererlo. Y ese querer no es algo fijo, sino que tiene sus altibajos a lo largo del tiempo y habrá que animarse una y otra vez hasta que la herida esté sanada.

Algunas cosas que suelen facilitarle la vida al que debe perdonar son: no perjudicar al ofensor, no hablar mal de él/ella y poder desearle lo mejor. Reconozco que parece paradójico, pero puedo asegurar que he visto como personas que necesitan perdonar y, por si misma lo harían, acaban no haciéndolo por la presión de terceros o por no desdecirse de sus palabras o porque el odio ha arraigado en el/ella.

Pero de todo ello podemos hablar otro día.